viernes, 12 de diciembre de 2008

Los Sabores de la Navidad

La piel de cítrico, las castañas asadas, las canelas aromatizando los vinos calientes, los pavos rellenos, los frutos del mar… la Navidad también tiene sus gustos y sus aromas. Desde la antigüedad las fiestas religiosas han estado estrechamente ligadas a los rituales culinarios a través de platos elaborados para la ocasión, bebidas que se descorchan en una época determinada o dulces preparados con frutos de temporada. En la Navidad, las cocinas huelen a carnes horneadas a baja temperatura, a frutos secos tostados bajo brasas caseras… Las familias y amigos se reúnen en torno a una mesa, cuando en las cocinas se vive el mayor jolgorio. Es en Navidad cuando el sonido que producen los copos rompiendo sobre los alféizares de las ventanas sólo se ve interrumpido por el descorchar del penúltimo champagne del año.

















La Navidad sabe a turrón de almendras, a Pinor Noir, a uva pasa, a nueces, a Pedro Ximenez, a mar… El mapa geográfico cristiano tiene ese fecha señalada para celebrar a su manera una fiesta que ha ido olvidando sus principios para refugiarse en un sentir pagano. Pero la cocina, las mesas engalanadas y el brindis siguen siendo partes importantísimas de este ritual. Hay tantas maneras de celebrar la Navidad con guisos típicos como países cristianos en el mundo. Primera parada, Finlandia. Llegados a estas fechas, Papa Noel abre su casa en Rovaniemi para todos los que quieran acercarle su carta de deseos. Él seguramente habrá hecho lo propio en estas tierras. Es decir, reunirse con todos sus amigos para adornar las casas y llenar los abetos de bolas brillantes: el ritual del pikkujoulu. El resto de los días, en cada punto de Finlandia se vivirán las mismas cosas. Esto es: tentarán al destino con el desayuno del 24 de diciembre, día en el que todo el mundo madruga para tomar en familia crema de avena con canela, azúcar y leche fría. Dentro de la crema se esconde una almendra y quien la encuentre será quien tendrá un año próspero y, posiblemente, un esposo o esposa. Por la noche, para la cena navideña, se preparan arenques, jamón asado acompañado de mostaza y patatas, ensalada de remolacha y quesos caseros.

En el cielo del Norte de Europa, unas mágicas luces iluminan las noches oscuras. Los valles y las montañas suelen estar vestidos de blanco y los lagos y ríos son un oasis de hielo idílico para patinadores. En esas tierras de Laponia que lindan con el Círculo Polar Ártico, allí donde habitan los samis, el silencio se apaga con el canto de los lapones, el dos por dos de tambores de piel de reno, las campanillas que anuncian la aparición de una aurora boreal y el ladrar desesperado de los huskies.

En algunos lugares de Laponia se ofrecen cenas de fin de año al estilo sami, es decir con cánticos de la tierra, salmón ahumado y reno a la brasa, salsas silvestres y vino caliente. Pero una manera divertida de comenzar el año es como lo hacen en Saariselka, cenando en un restaurante de hielo, durmiendo en un iglú de cristal y contemplando en las noches las mágicas auroras boreales.

En otras partes de Europa son los mercadillos navideños que ocupan las calles y plazas principales los protagonistas culinarios. Y ello porque son lugares idóneos para probar algunas de las especialidades gastronómicas del momento y para beber los característicos vinos calientes. Así ocurre en Austria, en cuyos puestecillos callejeros se vende el vino caliente y se comen dulces. Luego en las casas se preparará pavo para cenar. Eso sí, el último día del año, todos acuden a la Plaza de la Catedral de Viena para brindar a ritmo de valls, que es lo propio en estas lindes.

Los mercados navideños en Alemania desprenden olor a vino caliente con canela y a castañas asadas. Son típicos estos puestecillos callejeros, que intentan mantener una vieja tradición del siglo XV, cuando los comerciantes llegaban a las plazas de las principales ciudades alemanas a vender todo tipo de productos. Algunas de las delicias que hoy se pueden tomar son los backwerk (una especie de churro) en el mercado de Streizel donde, por cierto, se puede ver un enorme abeto y donde el día 3 de diciembre se come un mazapán gigante llamado Stollenfest. También, antes de que acabe la Navidad merece la pena pasearse por el mercado callejero de Francfort para probar el pan de especias.

Quizá entre los mercadillos culinarios más destacados de España se encuentre el de Villalba en Lugo. El 21 de diciembre, en la pequeña población gallega se monta un mercadillo donde se exponen los capones despeluchados, listos para entrar de lleno en las ollas caseras. El ritual de este mercadillo es digno de ver: se puja por las mejores piezas (un capón puede llegar a alcanzar el precio de 150 euros) y se intercambian recetas entre los asistentes —relleno de pasas, bañado en cerveza, con frutos secos…—.

Publicado por Sara Cucala en el suplemento Viajes de El Mundo

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