sábado, 26 de junio de 2010

Un viaje y un poema en un desierto




El crepúsculo dibujó la sombra
rojiza del tiempo en la llanura virginal
del Desierto. Desde el promontorio
de una duna con nombre de Luna, envueltos
en la melodía del viento
suave como la primera orgía de amor, moría a la vez que aquel aire
haciendo remolinos con tu cabello.

Tú arriba subido casi tocando el cielo
trepabas sin pausa por las arenas arrojadizas
de la montaña de los dioses. El sol se fugaba
con la noche y yo desfallecía desnuda
arrastrando mi cuerpo por las curvas irregulares
de la arena del desierto. No sabía que llegarías;
no te esperaba, ni siquiera lo hago ahora, pero allí estábamos
en erupción como el volcán
que se dibujaba en nuestros ojos.


(Poemario: Arenas Movedizas)

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