Elegante, sofisticado y lleno de extranjeros trajeados. Me miro y veo que acabo de salir del trabajo con unos jeans y una camisa de rayas “creo que debería haber pasado por casa –pienso” Me conducen a mi mesa, me están esperando, llego tarde, y en dos minutos se me olvida cómo voy vestida, en una mesa sentada la ropa se esfuma.
No me gusta hacer fotos en los
restaurantes, me parece que es quitarles el alma. No saco la cámara ni hago
anotaciones compulsivamente, simplemente me dispongo a disfrutar. Tenía ganas
de probar la cocina de uno de los mejor valorados chefs españoles, Diego
Guerrero. Había leído que él definía su cocina como “la
cocina es algo vivo, que respira, que habla …y los que nos dedicamos a ella,
tenemos que aprender a escucharla”. Pues eso, yo he decidido limitarme a escuchar.
Tres menús sobre la mesa: Encuentro, Seducción y
Revolución. Quien espere tradición y sencillez, que se de media vuelta. Yo
elijo: Seducción: Emplatados de cine; cocina de diseño; sabores llevados al
extremo; y juego, mucho juego con los sentidos… todo parece algo que luego no
es –el trampantojo gastronómico-; todo es un recuerdo a platos de infancia que
luego nos revolucionan los sentidos llevándonos a la tendencia culinaria del
siglo XXI. No puedo desvelar qué se come porque, como en el buen cine, si no,
no tendría gracia. Pero sí, le quité el alma a uno de los platos, a este
donuts, lo llaman Pichonete: donuts relleno con una royale con menudillos pichón…
¡¡excepcional!!
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